Destrozar, apuñalar al corazón y sentir arder la sangre mientras se desliza por la empuñadura de la daga entre tus dedos, pasando a tus muñecas, mezclándose con el bello de tus brazos. Fijar la mirada en la palpitante herida de su flamante pecho, abierto en canal, despedazado con tus propias garras.
Rotos los tejidos arde entre tu poesía el verso incongruente de la deslumbrante despedida.
Inocente y virginal, ahogado en su delirio redundante, brecha destapada en su mirada perdida.
Dulce cuchillada arrancando el desgarrador alarido de la voz quebrada en su punto de partida.
La fuerza de lo que está prohibido, el devastador efecto de la superioridad inherente en la mano del que se sabe ganador de la jugada que nació muerta, la dulzura del asesino que envenena el adiós definitivo, el susurro del acero atravesando una a una las capas que protegen el corazón del necio ignorante que se atrevió a sentir como suya el alma libre del jinete lunático, despreciando la condena enhebrada en sus sempiternos senderos, del iluso que se encaprichó de los dones malditos del soñador sin luna.
Su amarga carcajada enfriando la consciencia del daño, increpando a su imperturbable soledad
El sabor de la apatía recorriendo apacible sus sentidos, aclimatando su enardecida crueldad
El grito, visceral, indescriptible en su espeluznante complejidad, mermando su voluntad
Lo que más me gusta de la sangre es que es extrañamente caliente, aunque cuando llegamos a ella es porque somos extremadamente fríos ...
ResponderEliminar;) un besito