Hoy ha tocado hacer una pequeña
evaluación de mis dos últimos años. He corrido mucho, he alcanzado una
velocidad extrema con el único motivo de no pensar en todo lo que he dejado
atrás al apostar por mí, por mi personalidad dinámica, ambiciosa e impaciente. No
soy sombra, ni tampoco sol, de aquello que fui. Soy la evolución de mi pasado,
la consecuencia de mis nervios y de mis impulsos. He sufrido por lo que dejaba,
por lo que perdía, por lo que no llegaba a ganar… he perdido la opción de vivir
esperando y ha sido doloroso desprenderse de la idea de una estaticidad
indefinida, así como de algunos rasgos de mí que me han hecho más visceral, y a
la vez más duro.
El sufrimiento, la pérdida, el
dolor… la certeza de que habría funcionado en otro modo de vivir, con otras
personas, en otro lugar… no deja de inquietarme, aún hoy. Pero el esfuerzo por
conseguir llegar a ser lo que voy a ser, la madurez que me han dado mis
decisiones, la sabiduría que he alcanzado en las batallas de las que he salido
victorioso, y más aún la que me han cedido aquellas en las que he perdido estrepitosamente…
la desesperación de los momentos sombríos, eclipsada por la ilusión y las ganas
que me han inyectado los momentos de luz… todo lo que he vivido, lo bueno y sobre todo lo malo, me recuerdan día a día que aquí es donde tengo que estar.
Al pie del cañón, luchando por seguir escalando, viviendo para superarme a mí
mismo día a día, desviviéndome y entregándome a todo aquello que hago, buscando
nuevas metas que me inquieten y que me pongan a prueba. Buscando nuevos techos
que romper con mis fuertes nudillos.
Hoy estoy orgulloso de ser
esclavo de todo aquello que me somete. Soy esclavo de mis palabras, de mi
confianza, de mi inteligencia. Soy esclavo de mis defectos, y de mis ganas de
mejorar. Soy esclavo de mi ambición y de mis secretos, de mi vida, de lo que me
hace morir, de mi cerebro y de mi corazón. Únicamente soy esclavo de mi mismo y
de mis decisiones.
Y puedo decir que no hay nadie en
quién confíe más que en mi mismo.
Cómo confiar en mi misma si a veces soy yo la que me doy la puñalada... maravilloso Love of lesbian :)
ResponderEliminarUn besazo... :)
No te das la puñalada, te das la oportunidad de creer... y siempre hay momentos en los que tenemos la necesidad de creer... para querer, para esperar, para ilusionarte! Las puñaladas se terminan curando, el arrepentimiento por ese momento en el que no te has dejado hacer algo que querías... eso se queda ronrroneando por la cabeza más tiempo.
ResponderEliminarGracias por comentar, preciosa!