La oscuridad no se ilumina, se desnuda lenta y deliciosamente con la punta de los dedos, se alumbra con una sonrisa indolente, inesperada y sincera, se rompe la penumbra con las luces de nuestros propios latidos, se descubre el camino a medida que nuestros pasos, nuestros triunfos y nuestras derrotas despejan las sombras.
Luis

viernes, 4 de noviembre de 2011

Caprichos de las estrellas

¿Quieres que te cuente un secreto? A veces sueño que camino por un pasillo de paredes lisas y suaves, un pasillo ancho con suelo de mármol blanco, pulido, frío. Las paredes son continuas, armónicas, y el pasillo es tan largo que ni en una vida entera podría ser capaz de recorrerlo por completo. No hay bellas lámparas ni halógenos resplandecientes pero la blancura es brillante y hermosa, radiante de energía. No se oye nada salvo el roce de mis piernas al caminar y el choque de mis suelas contra el suelo, pero la suave caricia de mis zapatillas contra el mármol se reproduce una y otra vez en el eco de la galería.

Mis pasos avanzan tranquilos y relajados, alegres, hacia el fondo del pasillo, un fondo que emite esa luminosidad que baña de claridad los muros inquebrantables que se levantan por igual a mis lados, dejando espacio suficiente para que mi transcurso entre ellos resulte agradable. Es una luz inescrutable, que absorbe e hipnotiza embelesando a mis sentidos e incentivando mi curiosidad.

Mientras paseo por el corredor hipnótico de mis sueños concentro mi mente en captar todos y cada uno de los pormenores de mi entorno inmaculado, y guardo en mi rincón más profundo la frescura que acaricia mi piel a la par que la brisa remueve mi pelo, una brisa ecléctica y sin rumbo fijo, desconcertante en su esencia, procedencia y esplendor, pero equitativa y equilibrada, agraciada, serena y constante… disfruto de su presencia mientras inclino mi cuerpo hacia uno de los laterales, sin dejar de caminar, y alzo la punta de mis dedos para acariciar las paredes. Paseo mi tacto por su suave y uniforme acabado, tan liso y sedoso que siento como si acariciase a la propia brisa que me rodea… exento de rugosidad alguna, como si un torrente infinitamente potente de agua limpia hubiese paseado por su superficie tallando en ella un delicioso cosquilleo que se transmite por las yemas de mis dedos y envuelve toda mi piel, electrizando mis poros.

Extenuado por el cúmulo de sensaciones que me transmite tan absurda sencillez, mi sueño avanza mientras mi cuerpo levita más que anda a través del pasaje, enarbolando mis sentidos hasta llevarlos al éxtasis, inundando mi cuerpo de esperanza y paz, y acompañando a mis labios mientras se despliegan en una sonrisa sosegada y complacida.

Y así, envuelto por la belleza inconmensurable que habita en su claridad, en su sintonía, en su sencillez, me dejo llevar por su suave armonía y sigo caminando, saboreando con cada uno de mis poros, lenta y virtuosamente, las maravillas que se abren ante mi cuando mis párpados cansados se cierran y dejan a las estrellas inundar mi interior de luz y serenidad.

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