La oscuridad no se ilumina, se desnuda lenta y deliciosamente con la punta de los dedos, se alumbra con una sonrisa indolente, inesperada y sincera, se rompe la penumbra con las luces de nuestros propios latidos, se descubre el camino a medida que nuestros pasos, nuestros triunfos y nuestras derrotas despejan las sombras.
Luis

martes, 27 de marzo de 2012

Marte... ¿qué intentas hacerle a Plutón?

Tiritas al borde del acantilado... el agua se difumina ante tus ojos. Sólo ves azul y gris mientras tu mente cae y tu cuerpo se tensa. Solo ves noche cuando tus ojos se abren y tu alma corretea, traviesa, divagando en la ansiosa abstracción de su dueño.

¿Quién diablos está tocando el piano? que paren, por Dios, que dejen de azotar a esas pobres teclas. Esos dedos tan burdos no están hechos para tocar. Y mis tímpanos no están preparados para soportar esa monstruosidad de decibelios desafinados.

Eso está mejor, la quietud me hace sentir cómodo. Silencio. Estoy intentando reordenar las estrellas. Mejor no quieras saber lo que se siente...


miércoles, 21 de marzo de 2012

La primera lluvia de la primavera

No hay divinidad en la lluvia. No existe perfección alguna ni misterio que inquiete a mi curiosidad en la caída contingente y quebrantable de moléculas de agua sobre la superficie terrestre. Siguen un orden correcto, encajonado y lineal, una tras otra, cayendo por inercia al vacío. La precipitación del vapor no es más que una transformación, un cambio más como otro cualquiera, un agente externo ejerciendo su influencia sobre un elemento que reacciona. El ciclo es completamente banal, rutinario y uniforme.

Y, sin embargo… algunos días la lluvia consigue hipnotizarme. Me embruja con su variable e inefable frecuencia, extenúa mis sentidos y ralentiza mi dinamismo. Atrapa mis pensamientos, abstrayendo mi consciencia y difuminando los dibujos que mis córneas atrapan de entre los reflejos convexos de las diminutas gotas. Cuando me dejo enredar por sus húmedas artimañas su efecto sobre mí se debate entre la ironía y la tristeza, desembocando a veces en un cinismo descafeinado con ciertos toques de irrelevante pasividad. Me encuentro aquí… y a la vez vuelo, perdiéndome entre los recuerdos más nostálgicos de mi tormentosa memoria, ordenando mis historias, reguionizando a veces entre bambalinas los diálogos y escenas que guardo en el armario de las películas que no han conseguido hacerse con mi favor, a pesar de ser yo el protagonista. Y hago lo posible por ahogar mis sentimientos, por congelarlos para pararles los pies al miedo, a la autoexigencia y al dolor.

Bendito dolor… aquel que me recuerda día a día que soy capaz de sentir como nadie, que entrego todo porque la entrega es el sentido de mi vida, porque mi vida se encuentra sentido a si misma cuando resucito a mi inocencia y la dejo jugar con las gotas de lluvia que se escurren por los esquivos rincones del césped recién cortado.

Paro de pensar… dejo que la lluvia, incesante y simétrica, golpee el alfeizar de mi ventana. Salgo del charco y de mi abstracción y, simplemente, vivo. Con todo lo que ello supone.

sábado, 3 de marzo de 2012

A veces, simplemente... duele

Aléjate. Distánciate todo lo que puedas de mi, pon tierra de por medio, pies en polvorosa. Si te acercas más conseguirás que mis garras destrocen tu bondadoso corazón sin querer.

No dejes que mi mirada profunda y mis pesadas pestañas dobleguen a tus sospechas. Lo único que queda en mi de lo que antes fui es la carcasa. Puede que por fuera deje percibir cierto halo de bondad, de dulzura, de inconsciencia… maldita sea mi dulzura, que envenena los sentidos de aquellos insensatos que se acercan demasiado. Por dentro estoy muerto, completamente vacío, seco como la tierra del desierto y amargo como la propia muerte.

No te acerques, mantente lejos de mí. Te aseguro que no quiero hacerte daño, pero a fin de cuentas soy incombustible. El que sufrirá serás tú, y yo seguiré mi camino.

No sé lo que me hiciste. No soy capaz de entender qué fue lo que cambiaste en mi, qué extraño neurotransmisor tocaste. No comprendo cómo engrandecí tanto lo poco que me diste, ni tampoco sé cómo sigues apareciendo en mi mente de repente y cómo sigo recordándote con morriña y nostalgia después de Años. No sé lo que me hiciste… pero aún hay noches en las que mis piernas no tiemblan ni un ápice cuando unos labios rozan mi cuello. Se me olvida cómo había que sentir.

Tengo la impresión de que me volviste completamente loco. Aún hay días en los que no sé lo que soy, ni lo que hago. Me convertiste en un monstruo, insensible e insaciable. Mentiría si dijese que no he vuelto a enamorarme, pero tú… tú fuiste el único que supo entrar dentro de mí como un huracán, y convertir mi mundo en el suyo.

Maldita dulzura la tuya… joder, maldita dulzura la nuestra, la que hizo temblar las paredes de tu habitación y las patas de tu cama, la que quemó mi corazón y mis neuronas.

Mañana me despertaré siendo el mismo de siempre, el que ya no se acuerda de tu existencia, y soy feliz en mi vida sin ti, en mi vida conmigo mismo, me siento bien, libre y casi completo… pero esta noche te echo de menos tanto que podría robar una estrella al firmamento y encadenarme a ella, arder lentamente en su fuego y dejarme lamer por sus rayos, si con ello consiguiera que el último segundo de mi condena lo pasara mirando dentro de tus ojos y rozando tu piel con las yemas de mis dedos.


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