La oscuridad no se ilumina, se desnuda lenta y deliciosamente con la punta de los dedos, se alumbra con una sonrisa indolente, inesperada y sincera, se rompe la penumbra con las luces de nuestros propios latidos, se descubre el camino a medida que nuestros pasos, nuestros triunfos y nuestras derrotas despejan las sombras.
Luis

jueves, 28 de junio de 2012

Ni sombra ni sol


Hoy ha tocado hacer una pequeña evaluación de mis dos últimos años. He corrido mucho, he alcanzado una velocidad extrema con el único motivo de no pensar en todo lo que he dejado atrás al apostar por mí, por mi personalidad dinámica, ambiciosa e impaciente. No soy sombra, ni tampoco sol, de aquello que fui. Soy la evolución de mi pasado, la consecuencia de mis nervios y de mis impulsos. He sufrido por lo que dejaba, por lo que perdía, por lo que no llegaba a ganar… he perdido la opción de vivir esperando y ha sido doloroso desprenderse de la idea de una estaticidad indefinida, así como de algunos rasgos de mí que me han hecho más visceral, y a la vez más duro.

El sufrimiento, la pérdida, el dolor… la certeza de que habría funcionado en otro modo de vivir, con otras personas, en otro lugar… no deja de inquietarme, aún hoy. Pero el esfuerzo por conseguir llegar a ser lo que voy a ser, la madurez que me han dado mis decisiones, la sabiduría que he alcanzado en las batallas de las que he salido victorioso, y más aún la que me han cedido aquellas en las que he perdido estrepitosamente… la desesperación de los momentos sombríos, eclipsada por la ilusión y las ganas que me han inyectado los momentos de luz… todo lo que he vivido, lo bueno y sobre todo lo malo, me recuerdan día a día que aquí es donde tengo que estar. Al pie del cañón, luchando por seguir escalando, viviendo para superarme a mí mismo día a día, desviviéndome y entregándome a todo aquello que hago, buscando nuevas metas que me inquieten y que me pongan a prueba. Buscando nuevos techos que romper con mis fuertes nudillos.

Hoy estoy orgulloso de ser esclavo de todo aquello que me somete. Soy esclavo de mis palabras, de mi confianza, de mi inteligencia. Soy esclavo de mis defectos, y de mis ganas de mejorar. Soy esclavo de mi ambición y de mis secretos, de mi vida, de lo que me hace morir, de mi cerebro y de mi corazón. Únicamente soy esclavo de mi mismo y de mis decisiones.

Y puedo decir que no hay nadie en quién confíe más que en mi mismo.



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