La oscuridad no se ilumina, se desnuda lenta y deliciosamente con la punta de los dedos, se alumbra con una sonrisa indolente, inesperada y sincera, se rompe la penumbra con las luces de nuestros propios latidos, se descubre el camino a medida que nuestros pasos, nuestros triunfos y nuestras derrotas despejan las sombras.
Luis

viernes, 31 de diciembre de 2010

Resurrección

Estoy listo. Las llamas me han consumido, he sufrido más de lo que pensaba, he querido más que suficiente y he dado todo el amor que he sido capaz.

Anoche morí. Murió el inocente, el esperanzado, el entregado, el débil, el tierno, el dualista, el creyente.

Anoche arranqué el corazón de mi pecho, lo rebané y se lo lancé a los perros, y asesiné sin piedad a las ganas de sentir, al ansia por amar, a la emoción que me hacía temblar.

Anoche derramé la última lágrima que quedaba en mis cuencas ya vacías, grite hasta agotar el último hilo de voz, hasta hacer estallar mis cuerdas vocales, hasta abrir mi garganta.

Anoche acabé con mi vida, me maté, cerré los ojos con fuerza y me arrojé al fuego. Y hoy he nacido de nuevo.

A partir de hoy Prometo no volver a mirar atrás. Prometo no volver a amar. Prometo no volver a faltarme el respeto de esta manera… porque ante todas las cosas que hay en este mundo, ante lo más bello y ante lo más cruel, ante lo más dulce y lo más amargo, ante todo… Estoy yo. Solo voy a sentir amor por mí mismo, por nada ni nadie más. No volveré a destrozarme, no volveré a serme infiel, porque lo primero para mi soy yo. Ya iba siendo hora de poner en orden mis prioridades.

Hoy soy un torrente, un río en su máximo esplendor, una cascada invencible. Hoy soy libre para tratarme como me merezco, sin anteponer absolutamente nada entre mi felicidad y mi vida. A partir de ahora irán de la mano.

Estoy listo. La tristeza no volverá a dominar mi vida. Nunca más. Voy a reinventarme en todos y cada uno de los amaneceres de este nuevo año.

domingo, 26 de diciembre de 2010

Palabras para las nubes

Desperdigado, como un alarido perdido en la resonancia de una montaña indiscreta. No hay luz, no hay alma, no hay sentimiento. Se ha ido, todo se ha hundido y ha tocado fondo, todo está vacío, todo está eclipsado por la inmensidad de este glaciar que irrumpe sin permiso ni perdón en mis días y mis noches, en mis sueños y mis desvelos, en mi vida y mi muerte. No hay continuación posible, no hay segunda parte en esta historia sin guión, no hay punto y aparte, no hay pausas ni silencios, porque los silencios se desbordan de baladros insolentes y amargos que elevan su tono cada vez más. No queda esperanza, no queda ilusión, no quedan razones. Se las han llevado todas el odio al que invocan sus miradas y la ponzoña que envenena la punta de sus afiladas palabras. Sólo quedan puertas cerradas, puertas que no puedo abrir, puertas que pesan demasiado para mi, que soy poco más que un niño y poco menos que un despojo. Hoy no hay puntos suspensivos, ya no queda nada en suspenso, están todas las cartas sobre la mesa. Solo queda saber si el valor permitirá seguir pintándose la sonrisa en la cara después de esta navidad turbia y gris.


Iría al infierno y convertiría sus flagelos en rosas blancas, me zambulliría en el más arduo de los volcanes y lo transformaría en manantial, me arrojaría al abismo más inmenso si haciéndolo consiguiera encontrarte y volar a tu lado. El resto de mi vida. Porque no hay sensación más extraña que tener el corazón vacío. Porque no hay olvido más espantoso que el de olvidarse de amar.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Demasiado Humano

Llevaba tiempo sin darme cuenta. Cerraron las heridas, obligadas por mi razón, incoherente y autodestructiva, a cicatrizar a la velocidad de la luz, reinventando defensas inexistentes en mi interior a marchas forzadas, derribando de una sentada el mundo que llevaba meses construyendo y rehaciéndolo en un suspiro, eliminando cualquier rincón de mi pensamiento que oliera a ti, pintando una magnífica sonrisa ficticia en mi cara…


Las había olvidado por completo. No podía entender qué sucedía dentro de mí, hasta que de repente recordé que había cosido las heridas y había dejado un hueco considerable dentro de mi… mi corazón ya no está, solo hay aire, inmensas corrientes de aire ácido y tóxico, acelerando mis respiraciones, asfixiando mi silencio, mordiendo mi mente, tensando mis sentidos, desquiciando mis nervios…


Estoy hueco, hueco por dentro, oscuro, negro como el azabache, completamente vacío e inmensamente lleno… lleno de veneno. Lleno de odio, de rencor, de decepción, de rabia, de angustia, de fuego, de dolor, de incomprensión, de apatía, de desaliento, de desconfianza, de frialdad… lleno de huecos, de imágenes incompletas, de secuencias fracturadas, de palabras medio borradas… de momentos que no se olvidan y que quiero dejar de querer olvidar.


No queda retórica en mi cabeza capaz de expresar lo mal que me siento, no hay una voz bella para describir lo que hay dentro de mi… Sólo una expresión fiera que grita hasta convertirse en un rasguño en el viento, sólo una lágrima rodando por la mejilla, sólo un eco silencioso que me aborda sin previo aviso al doblar cualquier esquina de mi pensamiento, y que abandona su silencio para entregarse a esta tortura que atraviesa mi alma.


No puedo rehacerme tan rápido, no puedo cerrar mis heridas así, sin más, necesito que todo ese aire se vaya de dentro, necesito crecer poco a poco, con mi fuerza y mi esfuerzo, con mi corazón y mis ganas…

jueves, 4 de noviembre de 2010

Silencio

Se oye el retumbar de mi respiración por todo mi cuerpo,

hastiado de resonar sin descanso el silencio en este caos opaco y ciego.


Escucho cada pestañeo, cada roce, cada movimiento. Lo escucho todo y oigo nada, el eco me lo impide, campa libre por mi maldita cabeza, demasiado pequeña, sobrepasada por una situación entretejida en el tiempo, maquetada lentamente en el espacio, fijada por algoritmos irracionales aferrados a mi sien, derretida de tanto latir.

Maldito silencio, maldita frialdad, maldita distancia! Maldita la voluntad, frágil, quebrantable, delicada y ahora rota, hecha jirones, absorbida por este silencio que quema mis neuronas, inherente en el vacío que envuelve a mi capacidad de reacción, adherido a las paredes de mi alma hueca, encerrado en la inmensidad del vacío que deja tu ausencia, esencia de mi locura, alimento de la decadencia de un cuerpo que ya no es mío.

Falta ruido. Todo está demasiado quieto, mustio, seco, quebrado… muerto. Y solo queda silencio mientras intento limpiar las heridas, un silencio que cae en cascada, noqueando la voluntad de volver a mirar hacia arriba, tapando de mi vista la luz, tapando de la tuya mi dolor.

Decían que los girasoles giraban buscando su sol, y yo me lo creía… sin pensar en qué hacían los pobres girasoles cuando el sol se iba a bailar con las estrellas y la luna cruzaba el cielo. Y ellos simplemente escuchaban el silencio. Nada más. Esperando a que su sol volviera a por ellos.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Distancia

El torbellino del tiempo movió las olas que albergaban en su seno el poder de darle dirección a un velero sin rumbo fijo… cambiando la tierra seca y arcillosa, vasta, sin tallar, por la arena fina y suave como el roce de la seda sobre una piel joven.


El torbellino del tiempo llevó mis pasos lejos, muy lejos de la tierra en la que nunca terminé de encajar… flotando en la nube de la inconsciencia, sin apenas apreciar las minucias de una vida monótona, tibia, teñida de sepia y gris, pasando de puntillas, dejando apenas unas ligeras huellas… y volé rumbo a lo desconocido…


Y desperté de pronto, tendido en un colchón extraño, en una habitación extraña. Miré a mi alrededor y me asusté al ver el color de todo aquello que me rodeaba, al ver como el decolorante se iba dejando tras de si un mundo que apenas llegaba a reconocer. Y comencé a sospechar…


Busqué en el atardecer de mi memoria y choqué con mis ansias… mis ansias de soñar, de conocer, de saber, de experimentar, de vivir, de ser libre, de volar sin techo, sin cadenas, sin miedos… atravesé los bosques espesos y opacos que se ceñían en torno a mis recuerdos, cubriéndolos con su hechizo, dejándolos en suspense sobre un silencio imperturbable… corrí por los infinitos túneles de mi razonada incoherencia, desechando verdades a medias y mentiras sin ticket de devolución, volando entre la locura y la conciencia…


Y de repente encontré la afirmación de la sospecha, la confirmación del hecho, la esbelta forma del mazo sentenciando lo que en realidad ya sabía…


El torbellino del tiempo, tan injusto a veces, tan preciso otras, se había aliado con la distancia forzándome/ayudándome a guardar toda mi vida en una maleta y volar con ella a aquel lugar… y la distancia se había encargado de convertir todo lo que era mi vida en unos cuantos recuerdos buenos… la sal y la belleza fluyendo en forma de lágrimas por rostros que se evitaban… las sonrisas cómplices de los que ya saben que la distancia no es más que una vieja cortina agrietada, inútil cuando trata de cubrir vínculos que no se pueden romper… las palabras de los que más y mejor saben que la distancia valdrá la pena… el roce de unos labios y de una piel, furioso, cálido, envuelto en la más candente de las pasiones, enarbolando mi afable cordura a la sublime locura que solo se alcanza cuando las luces se apagan y los corazones arden… el olor a azahar mezclado con incienso, mañana y vejez…


El torbellino del tiempo me absorbió, y me llevó a comprar nuevos colores para pintar mi precioso lienzo marcado en sepia y gris…

martes, 27 de abril de 2010

Acción-Repercusión

Cuando era niño pensaba que todo en la vida llegaba determinado por unas manos mágicas que nos movían a todos, cuales fichas de ajedrez, en un impresionante tablero coloreado de azul y verde...


Ahora, tras muchos años dando tumbos por esta incoherencia a la que llaman vida, me doy cuenta de cuan niño era… no tenía vista suficiente para mirar hacia atrás, y ver las huellas que había dejado marcadas en la arena. Ahora miro hacia lo andado, y observo con detalle todo cuanto me ha marcado… veo cómo en esa inmensidad penumbrosa y aterradora he ido dejando un rastro, vacilante, discontinuo, precipitado a veces, demasiado lento en otras… un rastro que brilla tenuemente, apenas marcándose sobre ese fondo azabache…un rastro que me invita a pensar, a pasear por los viejos recuerdos dibujados en lo más profundo de mi cabeza, a inhalar el aroma del polvoriento volumen, apilado durante años en un estante olvidado de esta desordenada biblioteca.


Y observando mi camino, mis pasos, detallo en mi fuero interno cómo los fui dando, el esfuerzo empleado en cada uno de ellos… y el motivo por el que los di.


Y resulta que…a fin de cuentas… la vida se rige por el principio de acción- repercusión… las decisiones que cada uno tomamos se encadenan a unos efectos imprevisibles, provocando a su vez una nueva secuencia de decisiones arriesgadas… tomadas en la inmensidad de un espacio ingrávido, sin un atisbo de luminosidad que permita ver las posibles consecuencias con una mínima nitidez…


¿Cómo predecir lo que nadie sabe? ¿Cómo arriesgarse, saltar al vacío, lanzarse a la aventura sin mayor arma que tus uñas y tus dientes, sin saber siquiera dónde estará el fondo del oscuro acantilado?


No hay seguridad posible en las decisiones que tomamos, cuando las dejamos en función de la más mínima variable humana… nadie sabe lo que le pasará dentro de un año, ni dentro de un mes… ni tan siquiera dentro de un minuto.


Es tan difícil arrojarse a un abismo sin luz…

Seguidores