La oscuridad no se ilumina, se desnuda lenta y deliciosamente con la punta de los dedos, se alumbra con una sonrisa indolente, inesperada y sincera, se rompe la penumbra con las luces de nuestros propios latidos, se descubre el camino a medida que nuestros pasos, nuestros triunfos y nuestras derrotas despejan las sombras.
Luis

domingo, 26 de diciembre de 2010

Palabras para las nubes

Desperdigado, como un alarido perdido en la resonancia de una montaña indiscreta. No hay luz, no hay alma, no hay sentimiento. Se ha ido, todo se ha hundido y ha tocado fondo, todo está vacío, todo está eclipsado por la inmensidad de este glaciar que irrumpe sin permiso ni perdón en mis días y mis noches, en mis sueños y mis desvelos, en mi vida y mi muerte. No hay continuación posible, no hay segunda parte en esta historia sin guión, no hay punto y aparte, no hay pausas ni silencios, porque los silencios se desbordan de baladros insolentes y amargos que elevan su tono cada vez más. No queda esperanza, no queda ilusión, no quedan razones. Se las han llevado todas el odio al que invocan sus miradas y la ponzoña que envenena la punta de sus afiladas palabras. Sólo quedan puertas cerradas, puertas que no puedo abrir, puertas que pesan demasiado para mi, que soy poco más que un niño y poco menos que un despojo. Hoy no hay puntos suspensivos, ya no queda nada en suspenso, están todas las cartas sobre la mesa. Solo queda saber si el valor permitirá seguir pintándose la sonrisa en la cara después de esta navidad turbia y gris.


Iría al infierno y convertiría sus flagelos en rosas blancas, me zambulliría en el más arduo de los volcanes y lo transformaría en manantial, me arrojaría al abismo más inmenso si haciéndolo consiguiera encontrarte y volar a tu lado. El resto de mi vida. Porque no hay sensación más extraña que tener el corazón vacío. Porque no hay olvido más espantoso que el de olvidarse de amar.

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