La oscuridad no se ilumina, se desnuda lenta y deliciosamente con la punta de los dedos, se alumbra con una sonrisa indolente, inesperada y sincera, se rompe la penumbra con las luces de nuestros propios latidos, se descubre el camino a medida que nuestros pasos, nuestros triunfos y nuestras derrotas despejan las sombras.
Luis

sábado, 19 de febrero de 2011

El Mar

La sal cubre poco a poco cada uno de los poros de mi piel. Lentamente, paso a paso, voy avanzando a través de las olas, me sumerjo en la engañosa claridad de las cálidas aguas, que me abrazan como si llevasen toda su vida esperando para poder contonearse ante mi cuerpo, acariciando cada milímetro de mi tez, degradada y transparente.

La luz del sol nubla mis sentidos, prolongando sus radiaciones hasta atravesar mi mente, aturdiendo a mi capacidad de reacción. Y sigo caminando entre remolinos de arena, agua y sal, dejando atrás centenares de pasos imprecisos que se borraron casi antes de levantar el pie.

Mi bello se eriza ante la extenuante suavidad con la que el agua envuelve a mis caderas,desbordada de pasión, asumiendo el control de mis desacompasados movimientos, subiendo a mis pies y haciéndome bailar suavemente al son de sus interminables vaivenes. Doy tres pasos más hacia el infinito. La marea roza descontrolada y ardiente mi abdomen, revolucionando sus corrientes y haciéndolas chocar contra mi costado, inquietando al tacto de mi piel, adormecido por la radiante emisión del sol.

Sigo adelante. El agua siente cerca su victoria, y en sus delirantes arrebatos de fulgor golpea mi pecho arrancándome el aire de los pulmones y la voz de las cuerdas vocales. Insaciable, no para de lamer fugazmente cada uno de mis poros con sus infinitas moléculas, hambrientas, deseosas de saborear mi dulce efluvio.

Finalmente, me entrego a su misterioso deseo, sucumbo ante la fuerza de sus lunáticos movimientos. Acaricia mis labios con suavidad primero, para continuar canalizando su inmenso potencial en un solo beso salado que se interna hasta mis entrañas. Me dejo llevar, y el mar me lleva hacia su interior mientras me dejo sorprender por los salobres asaltos de violenta pasión con los que me desnuda de mi piel y de mis sentidos. El oxígeno se torna innecesario ante la belleza con la que me maneja entre sus manos.

Simplemente me dejo arrastrar por sus encantos, y sus encantos me llevan con esa suavidad innata hasta el confortable fondo cubierto de algas y arena. Y allí yazco, cernido al éxtasis al que me conducen sus cálidos estímulos, dócil, transparente, frágil, atrevido, enloquecido. Y allí, rendido en un lecho de algas, me duermo mientras me abraza y me cuenta al oído el secreto de su encanto mortal. Y allí, rendido en un lecho de algas, me duermo para siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores