La oscuridad no se ilumina, se desnuda lenta y deliciosamente con la punta de los dedos, se alumbra con una sonrisa indolente, inesperada y sincera, se rompe la penumbra con las luces de nuestros propios latidos, se descubre el camino a medida que nuestros pasos, nuestros triunfos y nuestras derrotas despejan las sombras.
Luis

sábado, 26 de febrero de 2011

Lentamente

Sentir. Avanzar hacia el roce de su piel sin temor, recreándome ante cada uno de los detalles de su cuerpo. Deslizar mis escurridizos dedos bajo su ropa, sentir el calor que desprenden sus poros, escuchar los latidos de su corazón, sentir los latidos de sus células en mi tacto, atrapar su penetrante mirada entre las redes de la mía. Saborear sus labios mientras acaricio suavemente su cabello, entretejiendo mis manos con las suyas en su espalda.

Avanzar. Galopar suavemente por sus caderas, sin prisa, besando cada milímetro de su piel, sintiendo como su bello se electriza al percibir el roce de las yemas de mis dedos jugueteando a lo largo de su columna vertebral. Aproximarme hasta que nuestros cuerpos quedan perfectamente encajados en un abrazo simple y lleno de pasión. Y seguir besando sus labios.

Abrazar. Sentir su respiración contra la mía, sentir sus brazos rodeando mi cintura, rodear la suya con mis manos y apreciar cómo una fuerza imantada nos atrae el uno hacia el otro. Encontrarme en la oscuridad con su piel, darle rienda suelta a mi mente mientras pinta su mirada perdiéndose en el horizonte. Y continuar paseando mis labios por su cuello.

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