La oscuridad no se ilumina, se desnuda lenta y deliciosamente con la punta de los dedos, se alumbra con una sonrisa indolente, inesperada y sincera, se rompe la penumbra con las luces de nuestros propios latidos, se descubre el camino a medida que nuestros pasos, nuestros triunfos y nuestras derrotas despejan las sombras.
Luis

viernes, 4 de marzo de 2011

Armonía

Todo se oscurece suavemente. La luz va dejando paso a las sombras mientras avanzo sin prisa por las calles de mi cerebro. Y en estas sombras la música hace acto de presencia, encendiendo cada célula de mi cuerpo, empujando cada centímetro de mi piel a moverse al ritmo de los acordes, de los tempos, de las voces.

Todo se oscurece lentamente. Y en mi interior la música sigue sonando, cada vez con más potencia. Dejo a mi cabeza volar libre, y los sonidos relajan mis neuronas, masajean mis sienes evacuando mi cuerpo de toda tensión. Y, simplemente, me dejo llevar y comienzo a bailar.

Todo mi cuerpo vibra, se contonea como lo hacen las notas en un pentagrama, me enredo entre las líneas que pintan los arpegios en el aire y floto a través las dulces melodías y las mansas voces. Abro mis alas y vuelo al compás de las cuerdas de mi guitarra, alzo mi voz y comienzo a rodear con ella los hilos que marcan el ritmo de mi ecléctica danza.

Todo se oscurece, simplemente, y mi corazón brilla a luz de la luna mientras paseo por mis calles sacando a bailar a mis recuerdos.

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